Un sueño de pibe

Thursday, October 26, 2006

César Valoyes, sentimiento rojo.

Andrés Felipe Torres


Es pura imagen: la “G” tira una “O”
Que entra al Arco, una “L”. Es pura
danza.


Un sueño de Pibe

Vestido de rojo y con el número diez un jugador debutante se acerca a grandes pasos. Es uno de los intensos clásicos que se viven en el Atanasio Girardot cuando Medellín y Nacional se enfrentan. La sombra de rojo estira su pierna tanto como puede y con la pierna diestra, la que mejor maneja, empuja el balón directo al arco, allá donde lo espera la gloria de realizar su primer gol frente al rival de patio, en un partido que para los seguidores del Deportivo Independiente Medellín aun persiste fresco en la memoria.

Es César Augusto Valoyes Córdoba, el hombre que aquella tarde le hizo conocer su velocidad a los hinchas del Medellín, que lo aplaudieron y a los hinchas del Nacional, que lo vilipendiaron. Todos en el momento del ingreso del balón dirigieron la mirada donde hacia el árbitro quien con su mano derecha muy estirada señalaba el centro del campo. Alegría para muchos, tristeza para otros y el fin del anonimato de César Valoyes.

“Yo soy un persona humilde y agradecida” es la forma como él se define. “Es un hermano un amigo y además que juega muy bien al fútbol”, cuenta Jaime Castrillón, la persona más cercana en el equipo con quien comparte incluso los mismos recuerdos. “Lo que más me gusta de él es la alegría. Siempre está alegre así le vaya mal en un partido…” Es lo que dice Luisa Fernanda Ángel, con quien convive en unión libre y con quien tiene un hijo llamado Lucas de dos años de edad. Aquella tarde de su primer gol pocas personas conocían su nombre, entre ellos su pequeño Lucas, quien lo pregona por doquier y lo utiliza como única respuesta: César Augusto Valoyes Córdoba, mi papá.



De la playa al guayo de marca.

A los guayos de César Valoyes todos los hinchas rojos los invocan en sus oraciones, ruegos y súplicas. Unos guayos que hoy calzan los pies de un jugador que se hizo en las playas de Bahía Solano, donde jugaba todos los partidos que el tiempo le permitía y donde también se fue formando como persona, como amante al deporte; guayos que desconocen una historia de rivalidades y desavenencias que nunca han logrado opacar la alegría de un futbolista que no olvida aquellos tiempos duros que con su carácter de guerrero y soñador le tocó enfrentar. “También tengo mucho que agradecerle a la gente que me apoyo allá en Bahía, a los que creyeron en mí y nunca me dieron la espalda ni cuando se murió mi papá”.

César nació el cinco de enero de 1.984. Amante de la música vallenata y el reggeton. Un hombre que dibuja sus sonrisas por cada parte que pasa y que deja su sello de optimismo en cada una de las cosas que realiza.

Medellín, oportunidad y camino.

Cuando el rojo juega en el Atanasio Girardot la hinchada colma por completo la tribuna norte y a lo largo del estadio el color rojo prevalece con el canto: Vamos, vamos, vamos Medellín, vamos Medellín. En la puerta del túnel se agolpa el equipo y Roberto Carlos Cortez aplaude y grita a sus compañeros como si se tratara de los mismos gladiadores. Algunos se persignan y otros cuadran sus camisas, los últimos chistes y las buenas suertes, Caretorta, el simbólico hincha que más parece la mascota del equipo, arranca en carrera hacia el centro del campo y las explosiones, aplausos y gritos de júbilo se dejan oír cuando un verdadero río de color rojo se desborda hacia la cancha. César Valoyes aplaude en el círculo central mientras se va dando vuelta y reconoce en cada sitio caras familiares que lo animan.

Ese es un cuadro soñado para cualquiera, más que todo para aquellos que nunca hemos jugado fútbol, y un cuadro que César no alcanzó a contemplar en sus sueños de niño. Cuando tenía nueve años su padre fue asesinado y la situación se tornó más borrascosa en el hogar donde solo dos eran hombres, y cinco mujeres. Magola Córdoba, la madre de César, que no se encontraba trabajando para aquel entonces, se vio lavando y planchando ropas ajenas y con la urgente necesidad de buscar alimentos para todos sus hijos. En hogar muy humilde, en el cual todavía vive, Magola vio crecer a sus hijos y presenció como sus dos varones tomaron diferentes caminos. Uno tomó el camino del papá, José Valoyes, y se hizo mecánico; el otro se fue a vivir a Medellín y se hizo futbolista. Seis años después la mandó a llamar porque el Independiente Medellín, equipo en el cual jugaba, iba a quedar campeón frente al mismo rival al cual le había marcado el primer gol, Atlético Nacional.

Un equipo de amigos.

“César es una persona de extracción humilde que perdió su padre a muy temprana edad. A mi me correspondió prestarle un apoyo económico, moral, ayudarlo completamente. Lo aconsejaba mucho”. Dice Wlmer Mosquera, familiar de César, quien lo trajo a vivir a la ciudad para que estudiara cuando tenía 14 años. “Yo pienso que uno necesita alguien que le brinde la mano cuando lo necesita y no le pase lo que a muchos de Bahía que vinieron y no tuvieron quien los ayudara a progresar. Gracias a Dios yo tuve a mi tío y a su señora María, además sus hijos con los que vivía cuando ellos me trajeron acá”, dice César.

Como en el colegio donde empezó a estudiar no había cancha de fútbol, César comenzó a practicar baloncesto. “En el colegio San Francisco de Asís de Bello el baloncesto era una fiebre. El padre que lo manejaba era amante de ese deporte y entonces yo empecé a practicarlo. Y le doy gracias a Dios porque el baloncesto me dio mucha velocidad y saltabilidad y eso lo he aprovechado”.

Cuando terminó el bachillerato pasó al Politécnico Jaime Isaza Cadavid, no a estudiar sino a dedicarse de lleno al fútbol, una pasión que se adueñaba de su tiempo libre. Allí lo recibió el profesor Neiro Vásquez y lo ayudó hasta con los pasajes puesto que César no siempre tenía plata para pagarlos. “A César todo el mundo lo quería, y no sólo como deportista. Era amigo de todos y siempre estaba alegre”, cuenta Neiro. Incluso en el 2.004, con motivo de los diez años de la escuela de formación, se le entregó un reconocimiento por su desempeño en el Deportivo Independiente Medellín.

César también tuvo mucho que ofrecerle al Politécnico y estando allí hizo parte de la selección Antioquia en varias ocasiones, tanto en la categoría juvenil como en la prejuvenil. Además integró una selección Colombia en divisiones menores antes de salir de la institución.

Juan José Peláez fue quien empezó a abrirle las puertas en el fútbol profesional y con él Medellín logró ser campeón en el torneo de la primera C. Víctor Luna, aquel hombre que los hinchas del Medellín no olvidan por haber terminado con el casi eterno ayuno de títulos del equipo, fue quien le empezó a brindar posibilidades ya en serio y lo enroló en un equipo donde todos lo trataron como quien era: un futbolista. Entre ellos se destacaban Jaime Castrillón y Diego Álvarez, quien actualmente juega en un club de Qatar. Con ellos dos tuvo una identificación especial, puesto que guardan una misma característica: los tres presenciaron la muerte de sus padres cuando tenían corta edad. Jaime Castrillón en Puerto Nare, de donde procede y Diego Álvarez en el barrio Robledo de Medellín. Esto los hizo amigos, amistad que es bien reconocida entre los hinchas.

Doble Debút.

La primera vez que César jugó un partido profesional fue contra el Huila. “Me fue excelente ese día, pero desafortunadamente salí lesionado y estuve parado ocho meses. En ese tiempo me dediqué a trabajar mucho la parte física, a ganar masa corporal y fuerza. Por eso hoy me es más fácil enfrentarme a los defensores contrarios”. Y de eso son testigos quienes ven su forma de juego, su eterno correr, enredar y enredarse con la pelota y sudar hasta la última gota. Para Roosevelt Castro, periodista deportivo y exarbitro de fútbol, “el juego de César es muy singular. Él entretiene, él desorienta los rivales, es como un armador que está tan pendiente de apuntarle al arco como de entregar la pelota al compañero que mejor parado esté en el área”.

La final del 2.004 no se ha de olvidar en la mente de los aficionados rojos, así el título adquirido frente al deportivo Pasto aún tuviera la frescura de año y medio atrás. Aquel 27 de junio Medellín tenía la posibilidad de ser campeón en su propio patio y frente a un rival histórico, un juego de honor antes que nada. El ambiente sin embargo era propicio para el Nacional, que había vestido de verde el estadio con sus banderas mientras el rojo se consolaba con la camiseta porqué estaba sancionado y no podía entrar banderas. El resultado del primer partido que había dejado un gol de ventaja gracias a Rafa Castillo, gol que marcó justo cuando el Medellín tenía una inferioridad numérica, era el mejor precedente de la fiebre roja y su mayor alegría. Esta final tampoco la olvidará César, quien ha crecido en el equipo y se ha visto rodeado de sus compañeros y amigos en el seno de esta institución.

Un hombre de gol.

Los goles de César han sido muchos en lo que lleva de su carrera, y con un estilo poco común, calificado por la prensa como poco técnicos. Mientras toda la afición se revienta de pensar que se va a caer, que no logrará vencer el defensa contrario, él se revienta por llegar; y aunque sea normal que le toque caerse algunas veces y levantarse sin perder el balón, él siempre esta dispuesto a marcar goles que tengan algún recuerdo. Uno contra el Cali, que le permitió al Medellín pasar a jugar la final contra el Nacional, es de sus preferidos. Y a esa fama se agrega el reconocimiento internacional luego de que el Subcampeón de la copa Libertadores, Paranaense de Brasil, le tocará ver todas sus formas de juego y todas sus maneras de anotar goles.

“Este delantero, de 21 años, pertenece actualmente a Deportivo Independiente de Medellín. Se trata de un atacante ágil y rápido. Su gran velocidad y gambeta se convierten en los mejores argumentos para rebasar a las defensas rivales. Además, es un jugador de gran movilidad, pase de gol y punzante definición”. Esto es lo que dice la revista peruana “Libero” de Noviembre de 2.005

Sacrificio es una palabra hecha a su medida, que calza cada vez que tiene la casaca roja o calzará cuando sus sueños lo lleven al fútbol español, donde se ve jugando dentro de algún tiempo.